Acostumbrarse a convivir con cisnes negros
- María Lorena Carballo
- 8 sept
- 4 Min. de lectura
Lo que se esperaba: Según encuestas y analistas políticos, que el oficialismo que gobierna la provincia de Buenos Aires ganara las elecciones y, que su diferencia respecto al partido que gobierna a nivel nacional estuviera en torno a los 5 puntos. En algunos casos incluso se hablaba de empate técnico. Además, que el oficialismo nacional ganara en la mayoría de las 8 secciones electorales que tiene la provincia de Buenos Aires, dejando fuera a las históricas secciones peronistas: la sección 1 y 3. Secciones que concentran a casi la mitad de los bonaerenses y a casi la cuarta parte de los argentinos.
Lo que sucedió: Un cisne negro, nadie vaticinó ni pronosticó que el oficialismo provincial ganara por una diferencia de 13 puntos y, que, además, ganara en 6 de las 8 secciones electorales.
Estos resultados, ¿Definen la elección de octubre? No, no la definen. Pero la resignifican.
El gobierno del presidente Milei nacionalizó las elecciones legislativas de Buenos Aires, como lo hizo con las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires, pero, sin embargo, los resultados fueron muy distintos. Entre mayo y septiembre, estallaron escándalos como los audios de Spagnuolo otrora titular de la Agencia de Discapacidad (ANDIS) y, se tomaron decisiones de gestión controversiales como los vetos a la ley de emergencia en discapacidad y al aumento de los jubilados. Todo esto sumió al gobierno en una crisis de la que aún hoy no puede salir, donde perdieron la conversación digital y el manejo de la agenda pública. Como si esto no bastara, el no manejo de la crisis corrió el velo de las internas que tiene este gobierno (como las han tenido y tienen todos), internas que, personajes como Lemoine se encargan de recordarles al electorado a cada paso.
El gobierno ya venía de tomar decisiones poco felices como vetar el financiamiento universitario o al Garrahan, por lo que cuando estalló el escándalo de las presuntas coimas, sumado al caso Libra, la opinión publica dijo “basta”.
El Garrahan es a Milei lo que el INDEC fue a Cristina.
Si al final “son todos iguales y todos roban”, al menos votemos a alguien que nos deje llegar a fin de mes y que no se meta con los discapacitados y con los niños. Un poco ese razonamiento es el que puede leerse en el voto del domingo 7 de septiembre.
Insisto, por estrategia propia, LLA decidió nacionalizar una elección legislativa provincial, decidió exponer a su máxima figura (el presidente) sin margen para utilizar fusibles y todo esto mientras no podía, no quería o no sabía hacer un manejo eficiente de comunicación de crisis.
Redefinir la estrategia electoral, hacer cambios en el gabinete, correr los nombres o apellidos que tiene que funcionar como fusible y sentarse a dialogar con potenciales aliados, de las tareas que urge que el presidente encare, si no quiere tener sorpresas en octubre. La elección que está a la vuelta de la esquina.
Respecto a los aliados, es importante que el gobierno empiece a mirar ese espacio autodenominado “Provincias Unidas” que está conformado, en casi su totalidad, por gobernadores que acompañaron al gobierno nacional, le votaron todas sus leyes (con la Ley Bases a la cabeza) para colaborar con la gobernabilidad y, a quienes el gobierno les pago con insultos y armando candidaturas con personajes de dudosa moralidad en sus territorios. Estrategia que, como vemos con el diario de Irigoyen, fue mala ya que sus candidatos (sin territorio, es decir sin votos) no sólo no ganaron, sino que salieron en el mejor de los casos terceros. De esta manera, por errores propios, insisto, el gobierno nacional no acumuló triunfos pudiendo haberlo hecho. Salvo, claro, el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Para otro análisis.
Este espacio, representado en las elecciones provinciales por la boleta de Somos Buenos Aires, si bien puede no considerarse tercera fuerza por la fuerte polarización del contexto electoral, sí podría haber sumado al gobierno, con otra estrategia, insisto, y quizás hubiera motivado al 30% del electorado que, desencantado con Milei, no fue a votar. Los famosos “ñoños republicanos” y “viejos meados”, los que ya venían desencantados de la experiencia de Juntos por el Cambio.
Por el lado del oficialismo provincial, el gobernador Kicillof se erigió como el heredero natural del peronismo kirchnerismo y fue quien, en verdad, está cerrando la etapa kirchnerista del peronismo.
Primero porque gano su visión y estrategia electoral, muy resistida y combatida por Cristina y tras de ella toda la Cámpora. Anoche en el escenario no había ningún Kirchner y el sector de la cámpora estaba al margen, se la vio a Mayra Mendoza al costado, casi al final del escenario, corrida del centro y de las luces. Segundo y principal, porque demostró que tiene territorialidad, intendentes y dirigentes que le responden. Como alguien dijo por ahí, que no haya estado Cristina en la campaña, favoreció el resultado. Y tercero porque, a diferencia del kirchnerismo, el gobernador Kicillof tiene diálogo con todos los gobernadores, no sólo con los de su espacio. Quizás anoche, él haya empezado a tocar las nuevas melodías que reclamaba a su espacio hace dos años atrás, en 2023. Incluso hizo algo impensado, autocritica del desastroso último gobierno de ellos (con Cristina y Máximo mirando por tv), que los obliga a tomar y dimensionar este triunfo con humildad y mucho baño de realidad.
El mensaje fue para Milei, que no necesariamente se traduce en “Gobernador, lo voto como presidente”, esta lectura el gobernador no debe olvidarla, así como tampoco que el resultado es un porcentaje que, en realidad, es lo que ha sacado históricamente el peronismo en el distrito.
De todas maneras, es pronto para definir su candidatura presidencial, falta mucha agua por correr: Tiene que manejar el tiempo, la oportunidad y la conveniencia para no desgastar su figura y que le pase lo que le sucedió a Rodríguez Larreta, quien dos años antes de las presidenciales de 2023 se veía y se lo veía como presidente y luego se desplomó y le salió un tapado llamado Javier Milei.
Sí, otra vez un cisne negro.



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